$variable({Ā«typeĀ»:Ā»contentĀ»,Ā»valueĀ»:{Ā«nameĀ»:Ā»post_categoriesĀ»,Ā»settingsĀ»:{Ā«beforeĀ»:Ā»Ā»,Ā»afterĀ»:Ā»Ā»,Ā»link_to_term_pageĀ»:Ā»offĀ»,Ā»separatorĀ»:Ā» | Ā«,Ā»category_typeĀ»:Ā»categoryĀ»}}})$

OraciĆ³n por la Paz en diez puntos

Ante el dolor y el horror de la tragedia que hieren el fondo del alma, solo cabe el silencio. SĆ­, la contemplaciĆ³n callada, la mirada sonora, es la Ćŗnica actitud serena frente a la tragedia de la guerra. Es humano conmoverse, desde lo mĆ”s profundo, ante la barbarie y la tragedia de los inocentes. Y, ante ello, la mejor respuesta es la oraciĆ³n.

1. Que no me acostumbre, SeƱor, nunca a aceptar el dolor sin mĆ”s. El dolor incomprensible que penetra al hombre hasta desgarrarlo por dentro. No, SeƱor. Hazme rebelde ante las injusticias. Aumenta mi compromiso para socorrer al desvalido y encontrarte a Ti en la debilidad. AyĆŗdanos, Padre, a mejorar nuestras respuestas y creatividad ante la injusticia y a canalizar como solidaridad la semilla del amor que crece en nuestros corazones.

2. Porque la paz se construye desde abajo. Desde las familias y en las escuelas. La paz se forja aprendiendo a amar al otro. Al hermano, sĆ­, pero tambiĆ©n al desconocido, al extraƱo, al diferente. Cuando mis labios invocan el Padre Nuestro, celebro, oro, ser hermano de los miles de millones de personas que habitan este mundo, creado por Ti. SeƱor, refuerza nuestro sentimiento de fraternidad. EnsƩƱanos a amar al hermano, respetĆ”ndolo en toda su dimensiĆ³n. Que tu Palabra nos conduzca a mirar con preferencia el dĆ©bil.

3. LlĆ©vanos, SeƱor, a las periferias. A descubrirlas, a iluminarlas, a protegerlas, a mostrarlas. EnsƩƱanos a descubrir la profunda riqueza del hermano herido, del necesitado. EnsƩƱanos a curar el dolor de tus heridas, cuidando al hermano en su dolor terreno. Que el descubrimiento del misterio de tu amor nos empuje a sanar el dolor de las almas marchitadas. Que la celebraciĆ³n de tu verdad nos suscite el celo por amar a los demĆ”s. A ser mensajeros de tu proyecto, Padre.

4. MarĆ­a, necesitamos ahora, mĆ”s que nunca, que tu corazĆ³n de madre interceda por tantas vĆ­ctimas. TĆŗ, SeƱora entiendes mejor que nadie el sufrimiento sin sentido. TĆŗ, desde el pie de la Cruz, te conmueves como nadie ante el dolor y la barbarie de los ejĆ©rcitos. Madre, necesitamos de tus lĆ”grimas. Necesitamos de tu oraciĆ³n confiada hasta el infinito. TĆŗ, que eres SeƱora de la paz. TĆŗ que llevaste en tu seno al salvador del mundo. Necesitamos que seas, mĆ”s que nunca, refugio para Ucrania. Para tantos corazones desolados y para tantas vidas rotas, MarĆ­a.

5. La oraciĆ³n ha sido siempre el cordĆ³n que ha bordado a ti la vida de los santos. Siguiendo los pasos de gigantes como Teresa de JesĆŗs y Juan de la Cruz, a los que tĆŗ elevaste para entrar en autĆ©ntico contacto contigo, la oraciĆ³n nos acerca, nos ayuda a entrar en tu lĆ³gica. Pues bien, necesitamos de ese contacto frecuente con quien te sabemos como amigo, para tratar de amistad, sabiĆ©ndonos amados, SeƱor, parafraseando a la Santa de Ɓvila.

6. Es bonita -y sincera- esa visiĆ³n de la oraciĆ³n como Ćŗltimo rescoldo de un fuego que se apaga, el de la fe en la Ćŗnica victoria verdadera, la de la paz. Como el Ćŗltimo clavo al que sujetar la existencia misma cuando todo parece perdido. Tantas personas, SeƱor, han experimentado esa sensaciĆ³n de estar al lĆ­mite… y el contacto contigo, por la vĆ­a de la oraciĆ³n, les ha salvado la vida. Hoy millones de ucranianos padecen, encontrĆ”ndose al lĆ­mite de sus fuerzas, en una situaciĆ³n impredecible solo unos meses antes. Pues bien, es tiempo de oraciĆ³n para la humanidad entera.

7. Porque la fe se pone a prueba en los momentos de debilidad. En la tribulaciĆ³n. Nuestra esperanza no estĆ” fundada en cosas y actitudes terrenas. Tu reino no es de este mundo. Debemos entrar en la lĆ³gica de las cosas del Padre, esa que tanto costaba comprender a los propios MarĆ­a y JosĆ© cuando te perdiste en el templo, en la casa de tu Padre. Necesitamos que tu fuerza derribe todas nuestras expectativas, nuestra vida toda para, una vez desmoronada, construirla segĆŗn tu voluntad.

8. Porque tu voluntad, Padre, es el Ćŗnico horizonte al que tienden nuestros dĆ­as. TĆŗ conoces nuestro corazĆ³n mejor que nosotros mismos. TĆŗ sabes de nuestro pasado y nuestro futuro. Por ello, solo nos queda la fe. Si lo pensamos bien, solo tiene sentido vivir desde la fe. Abrazar cada acontecimiento, buscando tu mirada. Tratando de dejar a un lado nuestros argumentos y proyecciones pequeƱas, y dejarnos abrumar por tus proyectos gigantes. AumĆ©ntanos la
fe, SeƱor.

9. En confianza, JesĆŗs. No puedo comprender mi mundo, este mundo. Me supera conocer cada dĆ­a detalles nuevos de la inmensa maldad de los dirigentes sin escrĆŗpulos. De la muerte de los niƱos y de los mĆ”s vulnerables. De la utilizaciĆ³n torticera y animal de las personas. SĆ© que puedo cambiar mi mundo inmediato. El pequeƱo cĆ­rculo de mi familia, mi comunidad, mis amigos, mis compaƱeros de trabajo. Pero, quĆ© difĆ­cil resulta sentirte tan impotente para detener la barbarie, para encontrar fĆ³rmulas valientes y creativas para la paz…

10. Padre, pongo en tus manos la esperanza del pueblo ucraniano. Protege sus vidas inocentes. Reconforta su dolor. Sana sus heridas corporales, pero, sobre todo, las del alma. Ayuda a los niƱos a ser resilientes. A aprender a perdonar. Cuida las familias rotas por la barbarie. TĆŗ, PrĆ­ncipe de la Paz, nutre a los hombres de tu comprensiĆ³n. Lleva a los corazones de los poderosos la semilla de tu amor. ConcĆ©denos, Padre, el regalo de la concordia y el reencuentro. MuĆ©stranos un horizonte de esperanza y perdĆ³n. Que nos sentimos hermanos, en ti, Padre Nuestro.

 

Manuel Ruiz Martƭnez-CaƱavate